Un tranquilo atardecer de otoño en la Región de Los Lagos se transformó, en solo minutos, en un infierno de fuego, cenizas y ansiedad colectiva. El 22 de abril de 2015, el volcán Calbuco rompió un silencio de más de medio siglo y desató una de las erupciones más violentas y sorpresivas que ha vivido Chile en las últimas décadas.
A casi diez años del desastre natural que marcó para siempre la historia reciente de nuestra región, la pregunta sigue siendo tan urgente como entonces:
¿Estamos hoy realmente preparados para enfrentar una nueva erupción volcánica?
La erupción del volcán Calbuco: una explosión que paralizó a la Región de Los Lagos y cruzó fronteras
A las 17:50 horas, una colosal columna de cenizas emergió del cráter del Calbuco, alcanzando más de 15 kilómetros de altura. La explosión fue tan intensa que fue clasificada como una erupción pliniana, según datos del Servicio Geológico de EE. UU. (USGS). Entre el 22 y el 30 de abril, el volcán liberó más de 210 millones de metros cúbicos de material volcánico, afectando severamente a las comunas de Puerto Varas, Ensenada, Llanquihue y sectores rurales aledaños.
Los efectos fueron importantes: cenizas cubriendo techos y campos, lahares arrasando caminos, cortes de agua potable, y una nube tóxica que cruzó la cordillera para impactar a ciudades argentinas como Bariloche y Neuquén, e incluso llegar a Uruguay y el sur de Brasil.
Reacción ciudadana y respuesta institucional: entre la improvisación y la solidaridad
Pese a la falta de señales previas de alerta, la reacción de la ciudadanía fue ejemplar. Vecinos en las proximidades evacuaron a pie, en vehículos particulares y por rutas secundarias, ayudando a adultos mayores y protegiendo animales. La solidaridad fue espontánea y decisiva.
La presidenta Michelle Bachelet decretó zona de catástrofe y se activaron los comités de emergencia. Se desplegó personal militar y se habilitaron albergues. Sin embargo, informes de la época —como el de CNN en Español— señalaron fallas en la coordinación, falta de información oficial y colapso en los centros de acogida durante las primeras horas de la emergencia. A pesar de ello, destacó el rol crucial de las comunidades locales y su capacidad de organización frente a la ausencia de planes de evacuación formales en algunos sectores.
Impactos profundos: salud, medioambiente y economía tras la erupción del Calbuco
La erupción del volcán Calbuco en 2015 dejó consecuencias que se extendieron mucho más allá de los días de actividad volcánica. El impacto fue transversal, afectando a personas, ecosistemas y sectores productivos claves en la Región de Los Lagos.
Salud pública:
El aire cargado de cenizas volcánicas provocó, de acuerdo al Ministerio de Salud, un aumento inmediato en enfermedades respiratorias, especialmente entre niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Se distribuyeron mascarillas, se restringieron actividades al aire libre y se activaron protocolos sanitarios en varias comunas.
Agricultura y ganadería:
El sector agrícola fue duramente golpeado. Miles de hectáreas quedaron cubiertas de ceniza, inutilizando cultivos y forraje. Muchos animales murieron por falta de alimento o por ingerir material volcánico, generando pérdidas millonarias para agricultores y crianceros.
Medioambiente:
Los lahares y la lluvia de cenizas generaron un fuerte deterioro de los ecosistemas locales. El SERNAGEOMIN reportó contaminación en ríos y lagos, alteración del equilibrio ecológico y afectación de fuentes de agua potable en varias localidades.
Turismo y transporte:
La actividad turística —clave para la zona— se vio fuertemente impactada. Cancelaciones masivas, cierre de atractivos naturales -como por ejemplo el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales-, y suspensión de vuelos marcaron el panorama por semanas. La nube de cenizas también afectó a países vecinos como Argentina, Uruguay y Brasil.
Infraestructura y conectividad:
Puentes, caminos rurales y redes de agua colapsaron. Algunas zonas quedaron aisladas durante días, dependiendo de ayuda aérea o voluntaria para recibir alimentos y suministros básicos.
¿Hemos aprendido algo? Radiografía de la preparación actual en la Región de Los Lagos
A diez años de ocurrido el evento, Chile ha mejorado su capacidad técnica para la vigilancia volcánica. El SERNAGEOMIN, a través del Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur (OVDAS), realiza monitoreo 24/7 del Calbuco y otros volcanes activos mediante sensores sísmicos, cámaras térmicas y estaciones en terreno.
Sin embargo, según un informe del Consejo para la Transparencia publicado recientemente, la Región de Los Lagos opera con un Plan Regional de Emergencia y un Plan de Reducción de Riesgos de Desastres (RRD) que no se actualizan desde 2018, siendo los más antiguos del país.
A nivel comunal, solo 20 de las 30 comunas (67%) tienen un plan de emergencia aprobado, y sólo Chaitén cuenta con un Plan RRD vigente. Peor aún, muchos de estos documentos no están disponibles para la ciudadanía en plataformas de transparencia activa.
Este escenario deja en evidencia una realidad crítica: la falta de planificación y prevención puede costar vidas en una región que convive con volcanes, terremotos, tsunamis y eventos climáticos extremos.
A diez años: el volcán guarda silencio, pero el riesgo sigue latente
El volcán Calbuco permanece en calma, pero su historia geológica nos recuerda que ese silencio puede romperse en cualquier momento. Vivir en la Región de Los Lagos implica convivir con una amenaza constante. La diferencia entre el caos y la resiliencia está en la prevención, la planificación y el acceso oportuno a la información.
A una década del evento que estremeció el sur de Chile, la gran lección es clara: no basta con reaccionar bien, hay que anticiparse mejor. La naturaleza puede volver a hablar. Lo urgente es que esta vez estemos verdaderamente preparados para escucharla y actuar a tiempo.