Emoción, afecto y una mezcla de sensaciones envolvieron la atmosfera del auditorio de la Biblioteca Central del campus Coloso, donde la ecóloga microbiana y doctora en Ciencias Naturales, Cristina Dorador Ortiz, dictó la clase magistral “Somos un ecosistema: aprendizajes desde el mundo microbiano”, ante una audiencia atenta y concentrada, en un momento especial, su despedida de la Universidad de Antofagasta.
Son más de 20 años de trayectoria profesional y 17 en la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Biológicos (Facimar) de la UA, periodo en que ha publicado alrededor de 80 artículos y capítulos en publicaciones científicas. Ha dirigido proyectos de investigación tanto en Chile como en el extranjero, siendo becaria del DAAD (Deutscher Akademischer Austauschdienst o Servicio Alemán de Intercambio Académico) y del IBLP de Estados Unidos, centrando gran parte de sus estudios en la microbiología de los salares altoandinos.
Además, fue convencional constituyente en la región de Antofagasta con primera mayoría en el periodo 2021-2022 y destacada como una de las cien mujeres líderes de Chile por el diario El Mercurio y también reconocida por Forbes en el mismo ámbito. En el 2024 publicó el libro “Amor Microbiano”, donde describe el origen y desarrollo de la vida en el mundo microscópico, pero paralelamente resalta el rol de los microbios en el origen de la “pasión amorosa”, especialmente en las relaciones de pareja.
Si bien su extenso derrotero no es sencillo abreviar, la académica destaca como un hito la formación de estudiantes como su labor más importante. “Formamos para ser científicos desde un comienzo y se ha visto su fruto. A la fecha hay más de una decena de nuevos doctores en ciencias que se dedican a la ecología microbiana de salares y de ambientes extremos y eso ha sido una contribución, creo yo, importante para la región, porque son todos de aquí y otros se han formado en el extranjero, pero es fundamental generar nuevas capacidades”.
Su “amor por los salares” no es desconocido, dando una lucha constante desde el ejercicio profesional, relevando su valor y la necesidad de protección con una mirada científica. “Son lugares que están vivos, que hay que protegerlos y también agregar un poco de complejidad a todas estas discusiones”, sin embargo, los sentimientos de desconsuelo están presente cuando observa in situ las alteraciones que ha provocado la industria del litio en los sistemas naturales que los cataloga de “frágiles y terminales”.
“Me genera bastante desazón porque es un daño a largo plazo. También el paisaje se ha visto modificado fuertemente. Yo creo que los salares no han sido tratados como corresponde, como ecosistema, sino más bien como minas y eso tiene que cambiar, hay que reconsiderar y hacer nuevos estudios, también ver cuál es la mejor manera de abordar estas problemáticas y para eso la ciencia es fundamental y es clave”, sostiene la científica.
En los próximos años la Dra. Dorador se radicará en Escocia, donde realizará una estadía en la Universidad Of Strathclyde de Glasgow, espacio en que desarrollará iniciativas de investigación en microbiología, aunque paralelamente continuará a cargo del proyecto de la UA, Anillo en Litio y Salares, denominado “Servicios ecosistémicos de salares: identificación del potencial biotecnológico y amenazas ambientales claves (MESS)” que se encuentra en plena ejecución.
Por su parte, el decano de Facimar, Dr. Ruben Araya Valencia, destacó la contribución intelectual de la académica e investigadora. “Ella ingresó el año 2008 a la Universidad de Antofagasta, es microbióloga y trabaja en ambientes tan particulares como los salares. Ella definitivamente ha sentado precedentes en lo que es el desarrollo y la investigación científica, del rol de los microorganismos asociados a estos ambientes extremos que son los salares”.
En la oportunidad se hizo un sentido reconocimiento a la académica, destacando su trayectoria y aporte científico, huella que sin duda está enraizada al desierto de Atacama, tal como la especie de protista que habita en aguas salinas y que en su honor lleva su nombre, Percolomonas Doradorae.