Una tradición que se reafirma con el tiempo es la transmisión ininterrumpida de Jesús de Nazareth por Televisión Nacional durante más de 40 años consecutivos. El fenómeno, lejos de debilitarse, ha sabido adaptarse y mantenerse vigente en una sociedad en constante cambio.
Para el académico y subdirector de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Pablo Marín, esta costumbre es más que una coincidencia de programación: “Como otras tradiciones, las de Semana Santa se han venido asentando —y mutando— sin que lo advirtamos plenamente. Las películas han llegado a ser parte del rito, incluso cuando no se trata de un largometraje sino de una miniserie, como Jesucristo Superestrella”.
Según Marín, este tipo de cine no solo persiste por nostalgia o costumbre, sino porque responde a una necesidad ritual compartida. Entre sus títulos favoritos para esta época menciona El Evangelio según San Mateo, de Pasolini, y Silencio, de Scorsese, aunque admite que no suele volver a verlas.
Más allá de lo religioso: una conexión cultural profunda
Para el crítico de cine José Manuel Bustamante, conocido como Buenapic, el fenómeno no se explica por una religiosidad estructural, sino por una formación cristiana de base que sigue presente en el país:
“Chile no es un país católico en términos de obediencia a la Iglesia, pero sí lo es culturalmente. Las familias siguen teniendo una fuerte formación cristiana que hace que los feriados religiosos resuenen en el cotidiano chileno”.
Bustamante añade que esto se extiende más allá de Semana Santa:
“Procesiones, peregrinaciones y celebraciones locales también conforman un entramado de ritos que mantiene viva esta conexión, que se traduce también en el consumo televisivo”.
Asimismo, plantea que esta devoción por el cine religioso no se replica con igual fuerza en otras latitudes:
“No creo que este fenómeno ocurra con igual impacto en otros países latinoamericanos, y definitivamente no en países más desarrollados, como Estados Unidos, donde predomina el cine navideño”.
Tradición, pertenencia y comunidad: el cine como espejo
El crítico de cine y creador de contenido Sebastián Medina, más conocido como El espectador fanático, entrega una perspectiva generacional del fenómeno:
“Ver cine religioso en Semana Santa es parte de un sentido de pertenencia. Sientes que todo el mundo está en esa sintonía y eso se amplifica con las redes sociales, donde ahora se comenta colectivamente lo que antes solo se vivía en familia”.
Según Medina, muchas personas repiten estas películas año tras año “porque así te formaron, así compartiste con tu familia. A veces las ves sin darte cuenta. Es gracioso… y culposo a la vez”.
¿Es Semana Santa un género cinematográfico en Chile?
Pablo Marín traza un paralelismo con el cine navideño:
“Las películas de Navidad pueden ser más laicas, pero ambas fechas han generado listas de películas que se vuelven parte del corazón del espectador”.
Bustamante va más allá y plantea que “la Navidad es un género cinematográfico en sí mismo”, con una tradición global que incluye desde Home Alone hasta El extraño mundo de Jack. En cambio, en Chile, Semana Santa ha generado una especie de género propio, más asociado a reconstrucciones históricas y épicas bíblicas que al consumo masivo o comercial del conejito y los huevos de Pascua.
“Películas como Espartaco también terminan siendo parte del canon de Semana Santa en Chile, y eso me parece muy revelador”, añade Bustamante.
Finalmente, Medina subraya el componente identitario del fenómeno:
“Chile es un país de tradiciones, de rituales, de experiencias colectivas. Semana Santa es solo una de muchas instancias donde nos encontramos como sociedad frente a una pantalla”.